Humo

Hoy he recordado que llevo años sin escribir poesía, poesía de amor. Qué triste. Ya sólo vomito palabras desesperadas envueltas en una mucosa lasciva y burda, mendiga de emociones satisfactorias, engendro de lo que una vez fue felicidad. Las rimas de ahora son cenizas de tabaco, orina etílica de vodka a 3 euros, retazos de talco generoso. El aliento hediondo del despertar al atardecer. Un escupitajo contra el viento. Y ya no comparto lo que escribo. Lo quemo. Un ritual tan lógico como la comunión. Un intento vano de hacer desaparecer la oscuridad a través del fuego purificador. Volutas de humo en el aire. Espectral. Pero siempre las quemo en mi habitación, y olvido abrir la ventana. Retroalimentación positiva. Un ciclo coprófago. No acaba. Aspiro, inspiro, suspiro y ansío que no acabe. Cuanto más duele, mayor es la erección. Hasta rellenar los 3 euros con lágrimas. Que queman. Marcan. Duelen. Que felicidad. ¿Por qué habré dejado de escribir poesía? A sí, ya lo recuerdo. ¿Alguien tiene un mechero?

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